jueves, 8 de noviembre de 2012

Un día en la vida de un vagabundo


¿Qué harías tú si te sientes botado en la calle? ¿Si tu vida cambia drásticamente de un día para otro? ¿Si de la opulencia y la riqueza pasas a la pobreza y el desamparo?


Es común verlos en parques y veredas, en los basureros de la ciudad, mendigando comida o dinero de casa en casa o de bar en bar, personas que por circunstancias adversas en su vida han caído en la miseria y el desamparo.

Son estas personas a las que la sociedad discrimina llamándolos vagabundos, seres que se han ganado el desprecio y el irrespeto de muchos debido a las condiciones en que viven, pero sea cual sea las circunstancias en que se encuentren siguen siendo seres humanos igual que los demás.
Muchos son quienes insultan o maltratan a un vagabundo porque lo consideran un ser repugnante y desagradable, pero ¿qué se oculta detrás de una mirada triste? ¿Cómo es la vida de un ser humano que no tiene a donde ir, nada para comer y es rechazado por todos quienes lo ven?
Sobre una vereda de cemento, bajo la sombra de un techo de loza, a media cuadra de la Av. 29 de mayo (una de las avenidas más transitadas de Santo Domingo), el cuerpo de un hombre que yacía inmóvil como el de un difunto empieza a moverse lentamente.

El ruido de los carros al transitar y de las personas al caminar despierta a Armando Cajas, un vagabundo que dormía profundamente en la vereda cubierto con una colcha vieja de color café, totalmente deshilachada por el uso. El día anterior bebió tanto que su estado etílico no le permitió avanzar más y terminó desplomándose ahí, en pleno centro de la ciudad.
Ante las miradas de asco y sorpresa de quienes transitan a su alrededor Armando decide retirar el manto con el que cubría su cuerpo. Un par de lonas azules sin cordones, un pantalón café con varios orificios alrededor y una camisa roja de tela con agujeros en las mangas y cuello son las prendas que viste en ese momento.

Se pone de pie, sacude su pantalón, dobla su cobija y la amarra en su espalda con una cuerda que cargaba en su bolsillo, como si de una mochila se tratase. Mira desorientado el lugar donde se encuentra y tambaleándose empieza a caminar, al parecer ha  bebido mucho el día anterior.
Camina sin rumbo aproximadamente media hora y se detiene en una esquina para cruzar la calle, el semáforo está en rojo y los carros circulan a gran velocidad. Una vez puesto el semáforo en verde Armando decide cruzar e ingresar a los comedores de la calle Ambato en busca de un poco de comida.

Una vez cerca de los comedores recoge una tarrina de plástico que encontró tirada en la basura, la limpia con sus manos (sus manos se ven más sucias que la tarrina en realidad), la pone en su mano derecha y empieza su búsqueda de comida.
“Comida”, dice con una voz resquebrajada por las malas noches y la edad, “regale comida”
-          ¡No jodas y mejor ponte a trabajar!

-          Madrina regale un poquito de comida

-          ¡Sale de aquí antes de que te meta una sola trompada!

Después de varios intentos fallidos y de haber recibido un par de escobazos, mojado con agua fría y aguantar varios insultos por parte de los propietarios de los locales que visitó, una señora de aproximadamente 65 decide obsequiarle un plato a medio comer, el vagabundo lo recibe sonriente e ingiere los alimentos con la mano.
Este pobre hombre que deambula por las calles día tras día en busca de alimento o refugio ha tenido un poco de suerte, ha encontrado alimento, aunque se trate de las sobras que le obsequió una anciana. Otros, sin embargo, no tienen la misma suerte. Pueden pasar días sin comer o hasta semanas, o simplemente no despertar uno de estos días por falta de alimento.
No existe en nuestro país aún un plan para tratar a los vagabundos, o hacer algo con esta problemática que afecta a la vida de seres humanos que son tratados como animales, no tiene dónde ir, qué comer ni cómo salir adelante y nadie parece importarle.
Antes de maltratar a un mendigo, bohemio, vagabundo o como quiera llamárselo, primero pregúntate qué harías tú si estuvieras en su lugar. 



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